"Es mejor caminar lleno de esperanza que llegar"
Siempre me ha alegrado e impresionado la tenacidad con que mi pequeña haya conserva sus hojas. Cuando todo se ha helado desde hace mucho tiempo, continúa erguida con la vestidura de sus hojas marchitas a lo largo de los meses de diciembre, enero y febrero, la tormenta la sacude, la nieve cae sobre ella y de nuevo se derrite, las hojas secas, inicialmente de un pardo oscuro, se ponen cada vez más claras, más finas, más sedosas, pero el árbol no las suelta, tienen que proteger los nuevos botones. Alguna vez en cada primavera, y cada vez más tarde de lo que se esperaba, un día el árbol había cambiado, había cambiado el viejo follaje sustituyéndolo por la nuevas yemas, tiernas y henchidas de humedad. Pero esta vez fui testigo de aquella transformación. Era inmediatamente después de la lluvia, que había dejado el paisaje verde y fresco, una hora después del mediodía, hacia mediados de abril, cuando aquel año yo todavía no había escuchado a ningún cuclillo ni había descubierto narciso alguno en el prado. Pocos días antes había tenido que aguantar un cierzo violento que congelaba y golpeaba el cuello, y había advertido con asombro cómo el haya se enfrentaba impasible al viento huracanado sin apenas cederle una hojita; tenaz y valiente, dura y obstinada mantenía su viejo y pálido follaje.
Hermann Hesse
Elogio de la vejez
fragmento
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