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jueves, 27 de agosto de 2015

ESTAR A LA ESCUCHA


El cuerpo se expresa por sintomatología.  
Se acerca Septiembre. Seguramente a muchos los próximos días se les deteriore el humor, cierto malestar invadirá su cabeza con preocupaciones. Quizás la cara se le avinagre pensando en el semblante almidonado del jefe, el compañero que todo lo sabe, el cliente al que educadamente te dirigirás para preguntarle como han ido esas vacaciones, y te las cuente todas, con todo detalle, de inicio a fin;  ¡siento que me deprimo! Pero sabes de sobras que no puedes eludir ni a tu jefe, ni al cliente, ni al trabajo que te da de comer, y ¡lo afortunado que por ello eres!. La vida va de eso: de seguir para adelante. De Vivirla en las mejores condiciones.

Así que cambia esa cara, disponte a hacer un esfuerzo; toma las herramientas mentales que dices conocer, autocontrólate  y ejecuta los ajustes necesarios para que la vuelta no sea dramática, para que el cuerpo, el tuyo, responda y no enferme. «La felicidad es un camino que siempre está en obras» y tu eres el ingeniero responsable del su mantenimiento. 

!Cuando el cuerpo nos da señales, hay que ponerse a la escucha! antes de ir corriendo al médico a por la receta, pues guarda para ti las mejores razones sin filtros; diagnósticos certeros y tratamientos acertados, porque conoce las causas que lo enferman. Después acude a un especialista, donde quieras, pero primero escúchate.

A veces es tan simple como saber que nos cae la moquita cuando nos negamos a llorar.
El dolor de garganta nos tapona cuando no nos es posible comunicar las aflicciones. 
El estómago arde, cuando las rabias no consiguen salir.
La diabetes invade, cuando la soledad duele.
El cuerpo engorda, cuando la insatisfacción aprieta.
El dolor de cabeza deprime, cuando las dudas aumentan.
El corazón afloja, cuando el sentido de la vida parece terminar.
La alergia aparece, cuando el perfeccionismo está intolerable.
Las uñas se quiebran, cuando las defensas están amenazadas.
El pecho aprieta, cuando el orgullo esclaviza.
La presión sube, cuando el miedo aprisiona.
Las neurosis paralizan, cuando el niño interior tiraniza.
La fiebre calienta, cuando las defensas explotan las fronteras de la inmunidad.
Las rodillas duelen, cuando tu orgullo no se doblega.
El cáncer mata, cuando te cansas de “vivir”.

¿Y los dolores callados? Esos que no se cuentan... los que no se ven. ¿Cómo hablan en tu cuerpo? De la misma manera: con pesar, dolor y sufrimiento.
Cuando eso pasa, es aconsejable buscar un buen profesional,  alguien que te ayude a entenderte, a encontrar las respuestas, a pensar, a organizar las ideas, a poner nombre y tratamiento a tu dolor, alguien que te enseñe a recuperar la alegría.

Necesitamos expresar nuestro dolor, tanto físico como emocional. No rendirse. Cuando no podemos hacerlo solos debemos pedir ayuda, hacer de nosotros personas saludables y felices y que nuestro entorno también lo sea. 


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