Entre el mal tiempo y los precios tan elevados no se ve mucho turismo. Pero todo no es malo, esta ciudad tiene cosas que suman, y muchas fortalezas, que ya os iré contando. Yo me adapto a sus horarios y quehaceres, ahora mismo hago tiempo mientras espero que mi nieta salga de la cama. Hoy es su día de descanso, es sábado y tenemos programado hacer muchas cosas. Yo me levanto muy temprano, se va pasando el tiempo, luego nos tocará correr, pero no le digo nada, prefiero que descanse, el día da para mucho cuando estamos juntas y seguro que a pesar de la lluvia y de las nubes nosotras veremos salir el sol. El sol, eso somos la una para la otra.
En su casa me muevo como un gato, aunque aquí se podría decir como pez en el agua, eso sí con total libertad y antojo, procuro siempre en las casas donde
estoy, hacerlas mías o si no no estoy. Siempre encuentro mi rincón para escribir, donde sentarme
a leer o hacer mi clase diaria de inglés; me preparo para la próxima vida, esté donde esté, quiero traerlo aprendido, facilita mucho las oportunidades cuando viajas, cuando quieres saber cosas. Otras personas a mi edad se entretienen saliendo a pasear, yo también lo hago pero además aprendo. No hay tiempo que perder, me gusta poner intención en todo lo que hago.
Con el tiempo los libros y yo nos hemos ido haciendo amigos, me gustaría ser más lectora, leo menos de lo que me gustaría. Por las tardes se me aflojan "las pilas", lo mío son las mañanas, en especial de madrugada. Siempre hay algo que aprender de ellos, y yo ahora, de mayor, me he vuelto mejor estudiante. En mis viajes llevo siempre uno de papel, ayer terminé de leer: Nosotros de Manuel Vilas. Estuve a punto de
abandonarlo en la mitad, pero de repente el argumento dio un giro inesperado que hizo que le
diera otra oportunidad. Es una novela romántica que cuenta el vivir de una mujer que acaba de quedarse viuda, de cómo a través de viajes y aventuras sexuales con desconocidos sustituye el amor del hombre que ha perdido. No me gusta este género literario, ni la temática, y la pareja
protagonista de la novela me parecían de mentira, luego todo tuvo su explicación, incluso que
le dieran el premio Nadal a Vilas este año, pero lo compré porque él si me gusta y
además es poeta y de Barbastro.
Me gustan las personas
inteligentes, sensibles y honestas, por el mismo orden. Las personas que no se engañan, que van de frente a cara descubierta. Y Vilas es uno. No puedo
concebir una cualidad sin la otra. Hay mucha sensiblería estúpida que no soporto,
y mucha inteligencia dada, -por sorteo divino- a personas que no la merecen, por mal
uso.
El mal tiempo, la dificultad del
idioma, lo endemoniadamente caro que es todo aquí, y que a mi nieta -absorbida por
trabajo y estudios- la veo poco, hace que alguna noche me conecte a Netflix y quiera ver buen cine: misión imposible, ingenua pretensión la mía. Esto si es una inclemencia mayúscula y no la del tiempo en Zúrich, que al final llena lagos y pantanos y hace que se pueda beber agua del grifo, por cierto buenísima. Un horror, un escándalo
de violencia gratuita, eso es -en su gran mayoría- el contenido de Netflix. Insana influencia la de esta plataforma, salvando excepciones de algún documental, de alguna comedia de
las que no miro por insulsas, el resto es todo violencia, corrupción, sangre, armas y terror. Miro las
películas y las series una a una, para elegir la que me entretenga un rato, y es lo mismo que buscar "la aguja
del pajar". Este insano y mal cine, tan pernicioso, debería estar prohibido. Basura, mucha basura, eso es
lo que se puede encontrar en Netflix. No renuncio al placer del sofá y la
mantita, mientras siga haciendo mal tiempo, así que cuando encuentre algo interesante que ver y recomendar, algo que no
ofenda la salud mental, os lo cuento. El cine, el bueno, es un arte, hay muchas maneras de tocar los temas, de escribir buenos guiones, el "qué" cuando el "cómo" está bien escrito, contado e interpretado, es lo de menos. Por fortuna tenemos cientos de actores buenos, y muy buenos directores y profesionales de este arte. El entretenimiento de las personas no debería ser un negocio, ni por supuesto un modo de controlarnos.
Aquí, en las proximidades de Zúrich, donde me encuentro ahora, los que viven bien son los gatos, atónita me dejó una escalera que vi el primer día que llegué a casa de mi nieta, estaba instalada en la pared exterior lateral de un edificio de viviendas de cuatro plantas. La escalera, de pequeños peldaños, discurría desde un entresuelo hasta el ático. Cuando pregunté por esa cosa extraña que colgaba en la pared, me contestaron que era una escalera de gatos. ¿Una escalera para los gatos? Sí, aquí en Suiza es muy normal, no hay gatos callejeros, todos tienen un dueño y una casa, viven durante el día libres, andan sueltos. Esas escaleras que se ven en edificios de entornos rurales y campestres, están instaladas para que los gatos puedan salir y entrar libremente de sus casas, les facilita el acceso a los pisos altos. Ellos suben y bajan por ahí con suma facilidad, incluso tienen una red protectora por una posible caída, cosa bastante improbable para un gato. Para su instalación los dueños de los gatos piden permiso a la comunidad, que normalmente les conceden. Es muy normal ver a gatos lustrosos tumbados al sol, como reyes, en medio del césped en los bajos de las casas. Soy amante de los gatos, me encanta esa convivencia. Yo así también tendría uno, si no viviera en una ciudad grande como vivo, me produce gran placer la compañía de un gato, me gusta su vivir independiente y el modo en que me busca cuando quiere mis mimos. Mejor os lo cuento en un poema que escribí hace mucho tiempo para Mia, mi nieta.
Me gusta su distinción
sus rasgos felinos
su trato justiciero
acariciar su pelo fino,
su manera de esperarme
y ajustarse a mi regazo,
cuando a mi lado se acomoda
y ronronea: me gusta,
o cuando se pone zalamero
y me hace la croqueta
para brinca de repente
y esconderse juguetón
en el primer cajón que encuentra.
Me acomodo
a su vivir independiente,
lo mismo que él hace al mío.
Nunca inoportuna,
al contrario,
¡me gustas mucho, chica!.
A menudo es engreído
ufano y altanero,
así: también lo quiero.
De su higiene y de su pelo
se ocupa a diario con esmero,
de tanto en tanto
Exquisito en sus gustos
se alimenta bien y poco,
si se indigesta:
Políticamente incorrecto,
inadecuado a las visitas,
no se anda con chiquitas:
si le gustas,
Cuando el radar de su cola
le pone en guardia
porque un peligro acecha
arquea el lomo
con los pelos de punta
y dando unos soplidos
Más si de amores se trata
se va por los tejados
en busca de gatos.
Maltrecho y despeinado
a su regreso
bajo este techo,
para este amor correspondido
que cuida y protege
que acompaña y abriga
que asiste y reconforta
en la mejor medida,
que me espera cada día
al volver a casa.
¡Créeme!
¡Hazme caso!:
Elena Larruy