Tanto para los cazadores como para las presas,
esconderse bien es una condición indispensable para sobrevivir. John Berger
CONFESIÓN
Mentiría si digo que no tengo miedo.Le temo a la enfermedad, a la humillación.
Como todo el mundo tengo mis sueños.
Pero he aprendido a esconderlos,
a cuidarme a mí misma
de la plenitud: cualquier felicidad
atrae a las Furias del Destino.
Son hermanas, salvajes.
No poseen ningún tipo de emoción,
sólo envidia.
PRIMER RECUERDO
Hace mucho me hirieron. Viví
para vengarme
de mi padre, no
por lo que fue
sino por lo que era yo:
desde el principio de los tiempos,
en la infancia, pensé
que el dolor significaba
que no era amada.
Significaba que yo amaba.
DESCENSO AL VALLE
Los años de ascensión me parecieron
difíciles, llenos de angustia.
No dudaba de mis capacidades:
cuando avanzaba hacia él,
temía el futuro, cuya forma
podía percibir. Vi
la forma de una vida humana:
por un lado, siempre hacia arriba y hacia adelante
hasta la luz; por otro lado,
hacia abajo hasta las nieblas de la incertidumbre.
Todo entusiasmo minado por el conocimiento.
La luz de la cumbre, la luz que era,
en teoría, el objetivo de la subida,
ha resultado ser patéticamente abstracta:
mi mente, en su ascensión,
se dedicó por completo a los detalles, no
a la percepción de la forma: mis ojos
nerviosos, atentos a mantener el equilibrio.
Qué dulce es mi vida ahora
en su descenso hacia el valle,
el valle no cubierto de niebla,
sino fértil y apacible.
Así que por primera vez me encuentro
capaz de mirar hacia adelante, capaz de mirar al mundo,
incluso de acercarme a él.