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jueves, 31 de marzo de 2016

A LOS SESENTA

Me pareció interesante compartir hoy esta columna anónima que circula por la red en forma de cadena y que me envió una amiga. Todo apunta que la autora es una periodista argentina llamada Cecilia Absatz y que se publicó en un dominical del diario argentino La Nación en agosto del 2007. Si bien este no es el documento original -insisto- puesto que lleva añadidas otras aportaciones personales, no desvirtúa la esencia del mensaje, que trata sobre la manera de vivir y de pensar de una generación de hombres y mujeres que hoy tienen en torno a los sesenta-setenta años. A pesar del tiempo transcurrido y haciendo alguna salvedad, hoy más que nunca sus palabras siguen vigentes para tantas personas que viven esta etapa de la vida de manera vital y saludable, especialmente mujeres dignas de "hacerlas de nuevo trasparentes" por ser ejemplos de virtud y fortaleza.

 

Pintura Hope Gangloff



"LA SEXALESCENCIA”
LA SEXALESCENCIA. Es una generación que ha echado fuera del idioma la palabra "sexagenario", porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales la posibilidad de envejecer. Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición en su momento, de la "adolescencia" que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del siglo veinte para dar identidad a una masa de niños desbordados, en cuerpos creciditos, que no sabían hasta entonces dónde meterse, ni cómo vestirse.
Este nuevo grupo humano que hoy ronda los sesenta o setenta, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura latinoamericana le dio durante décadas al concepto del trabajo. Lejos de las tristes oficinas, muchos de ellos  buscaron y encontraron hace mucho la actividad que más les gustaba y se ganan la vida con eso. Supuestamente debe ser por esto que se sienten plenos; algunos ni sueñan con jubilarse. Los que ya se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad, crecen desde adentro. Disfrutan el ocio, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos bien vale mirar el mar con la mente vacía o ver volar una paloma desde el quinto piso.
Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel rutilante. Ella lleva décadas de experiencia de hacer su voluntad, cuando sus madres habían sido educadas a obedecer y ahora pueden ocupar lugares en la sociedad que sus madres ni habrían soñado en ocupar.
Esta mujer sexalescente pudo sobrevivir a la borrachera de poder que le dio el feminismo de los sesenta; en aquellos momentos de su juventud en los que los cambios eran tantos, pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad. Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido exclusivamente masculinas, algunas estudiaron una carrera universitaria junto con la de sus hijos, otras eligieron tener hijos a temprana edad, fueron periodistas, atletas o crearon su propia marca "YO, S.A.". Este tipo de mujeres nacidas en los cincuenta  no son ni por equivocación las clásicas "suegras" que quieren que los hijo/as les estén llamando todos los días, porque ellas tienen su propia vida y ya no viven a través de la vida de los hijos. Su camino no ha sido fácil y todavía lo van diseñando cotidianamente.
Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas, por ejemplo que no son personas detenidas en el tiempo; la gente de "sesenta o setenta"", hombres y mujeres, maneja el ordenador como si lo hubiera hecho toda la vida. Se escriben y se ven con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar a sus amigos y les escriben  e-mails con sus ideas y vivencias. Por lo general están satisfechos de su estado civil y si no lo están, no se conforman y procuran cambiarlo. Raramente se deshacen en un llanto sentimental. A diferencia de los jóvenes, los sexalescentes conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona, toma nota, a lo sumo… y a otra cosa.
La gente mayor comparte la devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza, pero no se sienten en retirada. Compiten de otra forma, cultivan su propio estilo. Ellos, los varones no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, o de los que lucen un traje de Armani, ni ellas, las mujeres, sueñan con tener la figura tuneada de una vedette. En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia.
Hoy la gente de 60 o 70, como es su costumbre, están estrenando una edad que todavía no tiene nombre. Antes los de esa edad eran viejos y hoy ya no lo son, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgias, porque la juventud también está llena de caídas e incertidumbres y ellos lo saben. La gente de 60 y 70 de hoy, celebran el Sol cada mañana y sonríen para sí mismos por alguna razón secreta.



domingo, 17 de enero de 2016

NOTAS PARA LA MADUREZ

Si quieres que te diga la verdad:
Catrin Welz
Jamás quisiera envejecer,
mucho menos morirme.                                                  
Difícil se me hace concebir la vida sin la belleza.
Imaginarme el cuerpo cediéndole paso
a las leyes de Newton
desmoronándose
doblándose ajado hacia su fin
Y soportar aquello.
Pienso en lo que nos dicen las mujeres sabias,
las mayores.
Dicen que la vida se abre como una alameda
cuando finalmente la experiencia alcanza el centro
y la armonía del concierto de las cosas vividas
se deja oír
en el crepúsculo.
Pero sus voces aún no me convencen.
Me aferro a las curvas de mi cuerpo
a los reflejos limpios de mi carne
y me aterro al observar
las primeras señales del tiempo sobre mi rostro.
Aún puedo esconderlas.
Aún no contemplo fisuras irreparables.
Pero el paso de los días me amenaza.
Me digo que sonreiré con otra belleza
que seré abuela de largas trenzas
y muchos cuentos y poemas y pasteles
pero no me engaño:
no me hace ninguna gracia,
Sin embargo no seré yo
ni mi afán
quien cambien el rumbo inexorable de todos los relojes
o detenga a punta de lágrimas la tierra orbitando
obediente sobre su eje
Moriré como todos
Me consumiré con mis recuerdos
y tendré que hacerle frente a estos miedos
e inventar una pose grácil
cuando mi estructura se corroa y desvencije
y tenga que apoyarme,
usar anteojos
caminar despacio, cuidar la presión  y el corazón
¡Ah! pero siento que aún no me llega la hora
y sin embargo los cumpleaños no me ayudan
mis hijas adolescentes enseñan sus cuerpos de mujeres
mi hijo crece sin piedad
y por primera vez tengo necesidad de escribir un poema
como éste.

Gioconda Belli

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