Os sorprendería conocer el talento natural que anda suelto ─sin evaluar ni reconocer─ que se escapa a los medidores de intelecto que conocemos. Personas creativas y valientes asistidas por la gracia de una movida interna sin discurso, de un deseo superior sin freno ni dictados. Capaces de llevar a cabo con éxito cualquier empresa o proyecto.
Me declaro fan de estas personas y del trabajo bien hecho. A ellas me dirijo principalmente por su capacidad de influencia en los medios. Jóvenes, por lo general ─y a veces no tan jóvenes─ movidos por la pasión de todo tipo de conocimiento. Aman lo que hacen. Y son en gran medida emprendedores deseosos de «comerse el mundo». Los observo con mirada crítica y envidia sana.
La mayoría de estas personas tienen preparación académica y títulos universitarios, pero no siempre es así. Los hay más influenciados por el favor del instinto que por el reputado intelecto, que raramente pisaron un instituto y son auténticos ejemplos a seguir, incluso se les puede llamar maestros, como es el caso del copywriter Isra Bravo ─por poner un ejemplo. Autodidactas talentosos, emprendedores efectivos que se formaron ─y lo siguen haciendo─ con tesón y amor propio.
Para unos y otros trabajo y disfrute es la misma cosa. Interactúan de manera rápida y eficaz en las redes. Tienen olfato empresarial para detectar las oportunidades y, cualidades suficientes para atraer aquello que persiguen. Aprenden rápido. Conocen los dinamismos cambiantes de los mercados. Actúan con sus sinergias y sincronías de manera oportuna y confiada. Tienen prisa. Prisa por ser los primeros en “comerse el trozo más grande del pastel”.
Sin embargo, con más frecuencia que menos se observa en sus conductas una falta efectiva y afectiva de la presencia del Alma. Como si el ser humano fuera solo cuerpo y mente, como si el espíritu que lo moviliza y armoniza fuera tan solo un constructor de la mente, en la que sí creen de manera exclusiva, excluyente y hasta reverente, como si de una institución religiosa se tratase.
El terreno sensitivo, lo trascendente, lo metafísico incomoda a muchas personas. Evitan poner nombre a lo que no saben ni pueden controlar con un razonamiento lógico, por incompetencia operativa de lo que saben con lo que sienten. También por temor al desprestigio, a ser descalificados y etiquetados de supersticiosos, beatos, seres emocionales, creyentes, gregarios. Curanderos, descerebrados, santones, gurús, sectarios "personal de tercera clase" que juegan en otra liga.
Una mente sin corazón es como un óvulo sin esperma.
El universo es la expresión de la divinidad. Esta divinidad se manifiesta en infinidad de planos. Nuestro cuerpo humano es uno de ellos. La comprensión de lo que existe y de lo que somos, subyace en cada uno de nosotros y, es a través del silencio, la observación y la meditación que llegamos a la comprensión de su esencia: sin interferencias ni intermediarios, sin argumentos amarillos de la razón.
En todo tipo de trabajo excelente se detecta el sello del alma. Su presencia. Muchas veces sus propios creadores lo desconocen, por todo lo dicho.
Corazón y mente van juntos de la mano para crear vida y enriquecerla. Para hacer de esta una excelencia.
La apasionada carrera de ambición de estas personas a las que me refiero en el encabezamiento, sería reprochable en una sociedad más colaborativa que competitiva, más avanzada que enfrentada, más progresista que retrógrada, cuya lente crítica y esfuerzo estuvieran más enfocados a un reparto más justo del conjunto de riquezas. Pero esto no es así, como todo el mundo ya sabemos. Hemos sido educados en la diferencia, para actuar enfrentados. En un vivir de apariencias. No importa que nos pudramos por dentro de: aislamiento, vergüenza, tristeza, sufrimiento, odio, enfermedad, incomunicación, soledad, miedos […] La cuestión es guardar las formas establecidas, hacer como que no pasa nada. Y seguir con nuestro derrumbe existencial, desconectados de la conciencia del Ser y de su esencia. Del Todo al que pertenecemos.
La prestigiosa y reconocida Mónica Cavallé, doctora en filosofía, nos dice en uno de sus libros: El Coraje del Ser, que no podemos seguir viviendo en la ignorancia. Apegados a todas las falsas adherencias de lo que creemos ser ─y no somos. A las ideas y credos heredados que secuestran nuestra mente con imágenes, pensamientos y arquetipos mentales engañosos. Insiste en la necesidad de indagar más, desde el interior de cada uno de nosotros, para saber quiénes somos realmente y actuar con conciencia de alma, desde la no separatividad.
Una conciencia ejemplar: limpia, lúcida y trasparente es necesaria en todas las personas; especialmente en aquellas que, por su influencia en contextos tan poderosos como internet y el conjunto de medios, llegan a millones de personas. Se necesitan compromisos valientes. UNA DIMENSIÓN REVOLUCIONARÍA DE ELEVADA RESPONSABILIDAD.
Personalmente hablo desde la experiencia que con el paso de los años con lo vivido y por capilaridad, se ha ido conformando lenta y progresivamente en mi interior. He cuidado de mi, procurando forjar un carácter espiritual por convencimiento, sin mediadores ni credos externos. Esa es la naturaleza de mi fe. Y mi certeza. ¿Cuál es la tuya?
Conciencia en acción, lo llama Borja Vilaseca. Otro incansable buscador de la excelencia en el proyecto humano personal, educativo y empresarial que apuesta por el trabajo interior, sin moralismos ni estándares religiosos, desde lo más profundo del Ser.
Finalizo con un fragmento de la autora mencionada: [«Si ese anhelo de verdad es sincero e incondicional, finalmente veremos y comprenderemos, porque «todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla». El camino interior no es un asunto técnico ─como hoy en día parece dar a entender la proliferación de técnicas interiores─; es una cuestión de pureza. Y la pureza reside, entre otras cosas, en esta actitud: la de tener un anhelo de verdad que sea mucho más fuerte que los temores y deseos de nuestro yo superficial.»].
La presencia del Alma es necesaria en nuestras vidas, indispensable en todos los actos. Debemos y podemos actuar con esa inteligencia, si realmente queremos una mayor calidad de vida para todos. De la conciencia a la excelencia.
Cuida de ti ─Cura Sui─