Sobre la concisión, diría que un poema es como la estructura de un edificio muy particular a la que no le puede faltar ni sobrar ni un pilar, ni una viga: si sacásemos una sola pieza, se desplomaría. Si en un poema se saca una sola palabra, o se cambia por otra y no pasa nada, es que no era un poema. O todavía no era un poema. Sólo llega a serlo cuando no se puede sacar o cambiar pieza alguna de la estructura. Pero entonces tampoco será necesariamente un buen poema: esto es otro tema que tiene más que ver con la otra característica a la que yo me refería: la exactitud. Un poema ha de decir justo lo que necesita (la mayor parte de las veces sin saberlo) su lector o lectora. De esta exactitud viene el poder de consolación de la poesía, porque la poesía sirve para introducir en la soledad de las personas algún cambio que proporcione un mayor orden interior frente al desorden de la vida. A la angustia por este desorden a veces se intenta hacerle frente con los entretenimientos, pero la diferencia es que de un entretenimiento se sale tal como se ha entrado. Sólo se ha pasado un rato. En cambio, al acabar de leer un poema ya no somos los mismos porque ha aumentado nuestro orden interior.
Se llamaba Mercedes, Y era buena. Dicen que todo el mundo la quería. Con su sonrisa ajena una estatua de niebla parecía. Se llamaba Mercedes. Y no existe sin su sol capullo de alegría. Señor, claro es triste este tanto quererla todavía.... Pero nunca sabré dejarla sola: aquí bajo la luz sigo con ella, me saluda la piel en cada ola y se asoma a mirarme en toda estrella... Hasta el llanto que baja a mis rodillas es casi necesario... Tú sabes: he crecido en sus rodillas, y tambien me enseño el abecedario... Lo que duele quizá en esta aurora, lo que sangra mi voz, lo que me aterra, es esto de sentir que a cada hora se está volviendo un poco más de tierra. La recuerdo dormida en su sillón el último verano; todavía tenía corazón a veces suspiraba con la mano... Su mirada venía desde el mar, y no sé, a cada rato, miraba como mira el azahar: con un poco de miedo y recato... Se llamaba Mercedes, Y era pura como el blanco cansado de su pelo. Andará por Allá con su dulzura, saliéndose del cielo... Aquí está su reloj, está su armario, su vestido de lana para el frío; aquí sobra un dedal, sobra un rosario. Señor, el tercer cuarto está vacío.
Dedicada a todos los amantes de la poesía, a Juanky y a Fer especialmente, poetas de fuego y pasión, que me animan con sus atentas palabras y sus visitas. Y a todas aquellas personas que desde este espacio sagrado consiguen un mayor orden interior frente al desorden de la vida, y nos regalan su luz. Os dejo en las cavernas delirantes de esta mujer loba que ama como vive, con instinto y sinceridad fiera. Cinco poemas de la poesía erótica más impresionante, valiente y bella que jamás he leído.
ESE RATO DE SELVA
Anoche me acosté con un hombre y su sombra.
Las constelaciones nada saben del caso.
Sus besos eran balas que yo enseñé a volar.
Hubo un paro cardíaco.
El joven nadaba como las olas.
Era tétrico, suave, me dio con un martillo en las articulaciones.
Vivimos ese rato de selva, esa salud colérica con que nos mata el hambre de otro cuerpo.
Anoche tuve un náufrago en la cama.
Me profanó el maldito.
Envuelto en dios y sábana nunca pidió permiso.
Todavía su rayo lasser me traspasa.
Hablábamos del cosmos y de iconografía, pero todo vino abajo cuando me dio el santo y seña.
Hoy encontré esa mancha en el lecho, tan honda que me puse a pensar gravemente:
la vida cabe en una gota.
Te mando ahora a que lo olvides todo:
aquel seno de nata y de ternura,
aquel seno empinándose de un modo
que te pudo servir de tierra dura;
aquel muslo obediente pero fiero,
que venía de sierpes milenarias;
aquel muslo de carne y de me muero
convocado en las tardes solitarias;
aquel gesto al echarme en la locura;
aquel viaje al amor, de mi cintura;
aquel gusto en la piel a lirio extraño,
aquel nombre pequeño bajo el nombre,
aquel pecado de volverte un hombre
en el vicio feliz de hacerme daño.
De: Memoria de la fiebre
OPCIONES
A veces va una por la calle, triste, Pidiendo que el canario no se muera Y apenas se da cuenta de que existen Un semáforo, el pan, la primavera.
A veces va una por la calle, sola, -ay, no queriendo averiguar si espera- Y el ruido de algún rostro que se inmola Nos pone a sollozar de otra manera.
A veces por la calle, entretenida, Va una sin permiso de la vida, Con un hambre de todo casi fiera.
A veces va una así, desamparada, Como pudiendo enamorar la nada, Y el milagro aparece en una acera.
DECLARACIÓN DE AMOR
Haz el amor, no la guerra...
Pregunto si llevo corazón cuando despierto el peligro entre sus muslos, si me equivoca cuando preparo la única trinchera en su garganta.
Yo sé que la guerra es probable; sobre todo hoy porque ha nacido un geranio.
Por favor, no apuntéis al cielo con vuestras armas: se asustan los gorriones, es primavera, llueve, y está el campo pensativo. Por favor, derretiréis la luna que da sobre los pobres.
No tengo miedo, no soy cobarde, haría todo por mi patria; pero no habléis tanto de cohetes atómicos, que sucede una cosa terrible: lo he besado poco.
COMO UNA MUJER DE ABSORTO
Apenas quedé sin hombre mudaron el dos los pianos, no me bastaban las manos para estrujar aquel nombre.
¿Habrá ya nada que asombre como este beso a traición? Desde entonces mata el son, dicen nunca las arecas, sonando a unas güiras secas anda el poco corazón.
Hoy declaro un amor roto que no logra deshojarme.
Nada ha venido a sanarme el borbotón donde agoto tu siempre soy... ¡Ah, qué ignoto milagro el que se prepara! Me cogió una trampa rara.
Sin esperanza ninguna tengo sed, pido la luna y nadie vive en mi cara.
Pero esta pena la aborto, este dolor me lo quito; destrozo recuerdo y grito, los mando al diablo, los corto.
Como una mujer de absorto polen que siempre se inmola, le doy el turno a la ola porque quiero, porque sí: pues es cierto que perdí, pero el ala vuela sola.
"A mi nadie me ha enseñado a vivir, mucha gente me ha enseñado a morir, pero no lo han logrado" Carilda Oliver
Reír mucho y a menudo, ganarse el respeto de las personas inteligentes y el aprecio de los niños;
... merecer el elogio de los críticos sinceros y mostrarse tolerantes con las traiciones de los falsos amigos; saber apreciar la belleza y hallar lo mejor en el prójimo; dejar un mundo algo mejor, bien sea por medio de un hijo sano, de un rincón de jardín o de una condición social redimida; saber que al menos un vida ha alentado más libremente gracias a la nuestra; eso es haber triunfado.
Será mejor volver a casa y recogerse y empezar a pensar por nuestra cuenta, nos contaba el poeta. Cuando la palabra es auténtica y la sostiene una bandera con los colores de la inteligencia y la humanidad, cuando la mano que la aguanta no la agita sino que deja que lo haga el aire de una libertad renovada: es la palabra del poeta Ángel González; entonces yo, hago de su verdad mi bandera y de su corazón mi patria. Desde ese centro, que es su casa y la mía, y en su compañía, escucho como me cuenta las mentiras que creyó cuando era niño:
Leer, escuchar, vaciarse de engaños, atreverse con la verdad, dejar que pase el miedo, sentir en una voz, en un poema, en la música, en sus tiempos, un sentimiento que nos cuenta algo nuestro. Estar en ese acto de entrega y recibimiento: Ser la comunión, el instante preciso de todas sus partes: los protagonistas etéreos de ese momento, cuando lo auténtico se abre paso sin aviso, y nos roba el corazón, como también lo hace Salvador Sobral, intérprete con vocación de poeta, acompañado por su hermana Luisa a la guitarra, compositora del tema, Amar Pelos Dois , canción ganadora en el festival de Eurovisión 2017..
A menudo me pregunto ... ¿de cuantos vacíos estamos hechos?
Salvador necesita un corazón nuevo, para seguir llenando nuestras vidas de amor y poesía.
Está en espera de un trasplante de un donante compatible.
No dejemos que este corazón se pierda.
Si el vacío lo llenamos con más vacío, siempre estaremos huecos. Lo que no tiene peso es como un corcho a la deriva, que aunque no lo hielen los inviernos, siempre le arrastraran todas las corrientes hasta puntos muertos.
Con arenas ardientes que labran una cifra de fuego sobre el tiempo,
con una ley salvaje de animales que acechan el peligro desde su madriguera,
con el vértigo de mirar hacia arriba,
con tu amor que se enciende de pronto como una lámpara en medio
de la noche,
con pequeños fragmentos de un mundo consagrado para la idolatría,
con la dulzura de dormir con toda tu piel cubriéndome el costado del miedo,
a la sombra del ocio que abría tiernamente un abanico de praderas celestes,
hiciste día a día la soledad que tengo.
Mi soledad está hecha de ti.
Lleva tu nombre en su versión de piedra,
en un silencio tenso donde pueden sonar todas las melodías del infierno;
camina junto a mí con tu paso vacío,
y tiene, como tú, esa mirada de mirar que me voy más lejos cada vez,
hasta un fulgor de ayer que se disuelve en lágrimas,
en nunca.
La dejaste a mis puertas como quien abandona la heredera de un reino del que nadie sale y al que jamás se vuelve. Y creció por sí sola, alimentándose con esas hierbas que crecen en los bordes del recuerdo y que en las noches de tormenta producen espejismos misteriosos, escenas con que las fiebres alimentan sus mejores hogueras. La he visto así poblar las alamedas con los enmascarados que inmolan al amor —personajes de un mármol invencible, ciego y absorto como la distancia—, o desplegar en medio de una sala esa lluvia que cae junto al mar, lejos, en otra parte, donde estarás llenando el cuenco de unos años con un agua de olvido. Algunas veces sopla sobre mí con el viento del sur un canto huracanado que se quiebra de pronto en un gemido en la garganta rota de la dicha, o trata de borrar con un trozo de esperanza raída ese adiós que escribiste con sangre de mis sueños en todos los cristales para que hiera todo cuanto miro. Mi soledad es todo cuanto tengo de ti. Aúlla con tu voz en todos los rincones. Cuando la nombro con tu nombre crece como una llaga en las tinieblas. Y un atardecer levantó frente a mí esa copa del cielo que tenía un color de álamos mojados y en la que hemos bebido el vino de la eternidad de cada día, y la rompió sin saber, para abrirse las venas, para que tú nacieras como un dios de su espléndido duelo. Y no pudo morir y su mirada era la de una loca. Entonces se abrió un muro y entraste en este cuarto con una habitación que no tiene salidas y en la que estás sentado, contemplándome, en otra soledad semejante a mi vida.
Hay un silencio de paz cuando las tribus están reconciliadas, cuando la noche recoge su frescor; es como si hiciéramos alto con las velas recogidas, en un puerto tranquilo. Hay un silencio de mediodía cuando el sol suspende los pensamientos y los movimientos. Hay un silencio falso cuando el viento del norte ha cedido y, la aparición de insectos arrancados, como polen a los oasis del interior, anuncia la tempestad del Este, que trae arena. Hay un silencio de confabulación cuando se sabe, de una tribu lejana, que está fermentando. Hay un silencio de misterio cuando se anudan los indescifrables conciliábulos entre árabes. Hay un silencio tenso cuando el mensajero tarda en volver.
Un silencio agudo cuando se retiene la respiración, por la noche, para escuchar. Un silencio melancólico si se recuerda a quien se ama.
Carácter firme es aquel que puede continuar sin éxitos cuando la sociedad que impone las normas lo arrincona, el que es capaz de ser uno mismo con todas sus consecuencias y hace lo que le viene en gana, sin miedo, y sin perjudicar a nadie, el que sabe que es dueño de su destino, el que disimula su divinidad y se hace pasar por tonto, el que sabe conducirse por su propio camino, con todas sus dudas y temores y con la conciencia de dejar algo bueno en los otros, sin hacer ruido pero también imponiendo respeto, y respondiendo con dureza cuando el momento lo exige.
Elena
Inspirado en los pensamientos del filósofo y poeta americano Ralph W. Emerson