Para los que os guste
abrir botellas de náufragos desde vuestra propia isla y maravillaros con el
hallazgo, que sepáis que hay un “tesoro por descubrir” que se deja encontrar,
tiene nombre y apellidos Jesús Mora
lopez-Almodovar.
Andaba perdida buscando imágenes que
ilustraran un pensamiento robado y lo encontré, a él:
Me he permitido coger una
flor de su preciado jardín que ahí dejo y que el titula: LO PERSONAL ES
POLITICO para los que os gusten los
pensamientos filosóficos sobre lo político y lo personal. A él como a mí nos
gusta la “espeleología” (léase lo que se
quiera) Jesús piensa como yo que de tanto vivir consigo mismo se ha cogido cariño.
Respeto, admiración,
compasión y unas grandes ganas de abrazarle es lo que yo siento. Gracias Jesús,
un placer conocerte.
“Lo personal es político”, así decía un lema que popularizó el movimiento
feminista de finales de los años sesenta del siglo pasado. Estas palabras
pretendían poner de manifiesto por un lado una crítica al sistema político
estructurado en torno al patriarcado dominante en la sociedad, y por otro
resaltar el mundo de lo femenino y la mirada que este aporta a esa sociedad. No
se trata sólo de que el varón ocupe los puestos principales de la pirámide
política sino también que en base a ello primero se condenó a la mujer al
ámbito doméstico y segundo se etiquetó como práctica política el mundo de lo
público como antagónico al de lo privado y lo personal. Era una consigna para
defender los grupos de autoconciencia de mujeres y que pretendía no sólo
cuestionar la presencia o no de la mujer sino también los modos de hacer
política.
Hay una cisura entre el mundo público y el privado, este segundo dedicado a
la satisfacción de las tareas domésticas más banales, anónimas y meramente
animales (el hogar, la mujer) y a las labores del oficio destinadas a alcanzar
el sustento vital y, algo más allá, a desarrollar la avaricia. Frente a lo
anterior está la esfera pública que se adorna con los
colores inversos: libertad, excelencia heroica, distinción individual, elevada
política, gloria pública, inmortalidad en el recuerdo (Javier Goma, Ejemplaridad pública)
y ocupada preferentemente por el varón, de tal manera que la mujer que accede a
ella ha de asumir, en buena manera, este planteamiento y distanciarse del
ámbito privado. Esta fractura indica también dos formas de entender el concepto
“política”, una, el más usual, el referido al mundo político, partidista, el de
la llamada clase política; la otra referida a la construcción de la polis, de
la comunidad formada por ciudadanos libres y la resolución de los problemas que
plantea la convivencia colectiva. En esta segunda no hay clase política como
tal, no hay planteamiento aristocrático sino democrático.
La primera, la predominante supone una externalización (traspaso a otras
manos, utilizando un término económico) de la responsabilidad política, del
cambio social. Hablamos sobre política (a lo sumo) pero no hacemos política.
Estamos en una sociedad postmoderna, postideológica, en la que el discurso
político no tiene nada que ver con el ámbito privado, personal. En discursos
políticos opuestos se dan comportamientos similares en el ámbito laboral,
familiar y social. ¿Qué papel se adopta ante la pobreza y la marginación, ante
el sufrimiento ajeno, ante el machismo, ante el servicio público, ante los
comportamientos cívicos, ante el tejido asociativo, ante el dinero? La
respuesta real, la praxis, es similar. Podemos decir que es un planteamiento
acomodaticio. Se exhibe como medalla el discurso político, la afiliación y la
sintonía con una organización determinada, sin interrogarse por las exigencias
personales que ese discurso debiera llevar. Lo político (partidista) no tiene
que ver con lo personal. Hablar de política y no hacerlo de “lo personal” puede
hacerse pasar por centrarse en lo importante pero pudiera ser que lo que se
pretende realmente es eludir lo fundamental, aquello que nos conmueve y que nos
puede desestabilizar.
¿La historia funciona así? Los cambios sociales fundamentales siempre se
han dado primero en el terreno de lo social, cambios actitudinales, en las
relaciones, en el pensamiento. Los cambios en las medidas políticas siempre se
han producido con posterioridad a estas: la esclavitud no se erradica hasta que
la sociedad no estuvo preparada para ello; del mismo modo que el papel de la
mujer no fue dando pasos legales hasta que la sociedad no fue movida y removida
por ellas, el sometimiento femenino no se sostenía ya ideológicamente; Los
derechos de los homosexuales y la legalización del matrimonio entre personas
del mismo sexo no hubiera sido posible en la sociedad extremadamente homófoba
de hace décadas; de igual modo que las repúblicas, democracias y declaraciones
de derechos no hubieran sido posibles sin el desmoronamiento de la institución
monárquica, el crecimiento de otras clases sociales y el cambio de pensamiento
y expectativas de estas clases; es el tema de la laicidad en sociedades que
previamente se han ido alejando de la visión religiosa y de las instituciones
de ese signo y es el advenimiento de la democracia en España, no es dádiva de
nombres propios sino porque la sociedad de aquel tiempo no hubiera soportado
plácidamente la continuación de una dictadura. Las decisiones políticas no se
dan por anticipado a los cambios sociales, son los cambios sociales, a veces
difícilmente perceptibles, los que fuerzan las decisiones políticas. Las
fuerzas políticas mayoritarias no defienden los intereses de la minoría, los gobiernos
nunca actuarán en contra de los intereses de la mayoría. Entendiendo interés
como conveniencia que subjetivamente entiende esa mayoría, no como la que
interpreta para ella una minoría.
Y viceversa, la actitud generalizada ante la emigración, ante la pobreza,
la búsqueda de chivos expiatorios a los que culpabilizar de las penurias y las
crisis, genera planteamientos populistas que asumen en mayor o menor grado las
fuerzas políticas. Las mayores barbaridades no quedan reducidas a nombres
propios sino que se extienden entre vecinos con los que se ha convivido, entre
ciudadanos de un mismo país, entre seres humanos cuya única diferencia
insalvable es el color de su piel, la pertenencia a otra etnia o a otro país.
Construimos la sociedad desde el compromiso personal, no solo desde las
estructuras políticas. La política no es solo responsabilidad de una
aristocracia, lo es de todos y en todos los ámbitos. Todo lo personal es
político (como construcción de la polis). La sociedad se genera a partir de una red de
socialización en la que el buen ejemplo genera testimonio, interroga,
interpela, cuestiona y el malo justifica, acomoda, tiende a ser imitado. ¿Cómo
se da el cambio en la forma de ver la vida? A partir de los cambios que de ello
se van dando y se van contagiando. No es el discurso el que cambia, es la
persona la que contagia. En esta sociedad desideologizada la palabra va
perdiendo sentido y crédito, es el comportamiento el que no miente.
La manera en como yo desempeño mi labor profesional es política. Aquella en
como me enfrento a los cambios legislativos es política. La forma en como actúo
en la familia y los papeles que adopto (padre, esposo) es política. La manera
en como gestiono mi economía también lo es. El tipo de lazos que establezco en
mis redes sociales es política. La conversión ometanoia es política. Todo yo soy un agente
político, de cambio social.
Si se me pregunta no sin cierta ironía si hemos de hacer examen de
conciencia para ello yo responderé que sí. El examen de conciencia (utilizando
ahora un término de origen religioso) forma parte del análisis político. En una
sociedad desideologizada uno actúa ideológicamente sin ser consciente de la
ideología bajo la cual actúa. Uno, en cualquier lugar, marca la diferencia,
tiene la capacidad de intervenir de una manera propia que no tiene por qué ser
idéntica a la de otro y tiene la responsabilidad y el derecho de ser consciente
de las razones en base a las cuales actúa. ¿Cuál es la diferencia que hemos de
marcar nosotros? Cuál está siendo nuestro actuar, nuestro aporte y cuál es el
que queremos que sea. ¿Cuáles son las herramientas con las que podemos intervenir?
Son las clásicas pero también las que hemos ido reduciendo al terreno
estrictamente privado. ¿Es la ternura un arma política? ¿La misericordia, la
caridad, la empatía, la solidaridad, la humildad, el respeto a la verdad, la
autocrítica…? Sí, las grandes virtudes que hemos ido reduciendo a la mínima
expresión o enterrándolas achacándoles una carga que las hacía
contraproducentes en vez de limpiarlas del orín que podía haberse acumulado
sobre ellas.
La política no es sólo un problema de gestión (tecnocracia), también tiene
un componente educativo, una paideia, una pedagogía. La actitud de los políticos, para bien
o para mal, deja más huella que sus palabras. Existe la responsabilidad de
transmitir un mensaje ético-político. ¿Pero hay la intención de construir desde
las fuerzas políticas un ethos y una moral públicas? ¿Creemos que es también
responsabilidad de todos y cada uno de nosotros? La ética y la moral no es
responsabilidad, patrimonio único de la iglesia. Rescatarla de este secuestro
es necesario, es responsabilidad de las instituciones que pretenden transformar
la sociedad. La sociedad se transforma, en primer lugar desde el cambio de
mentalidad, sólo desde ahí la propia sociedad aceptará el cambio normativo y es
en ese cambio en el que intervenimos todos, para corroborar el pensamiento
dominante o para transformarlo, para subrayar la forma de vivir o para
construir una nueva desde los aspectos más mínimos.
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