martes, 30 de junio de 2020

Y TÚ, ¿HACIA DONDE VAS?




La poesía de Eugène Guillevic




HE AQUÍ UNA ORUGA


He aquí una oruga.
Y repta.

Repta hacia el alimento,
eso es al menos lo que ella cree,

Y además es cierto,
pero también repta

Hacia su avatar,
hacia su vida de mariposa,

Y este objetivo
ella no lo adivina.

Tú, tampoco adivinas todavía
hacia qué escribes.

Si te amaras
tanto como amas
al poema que buscas,
quizá.
no escribirías más.



BIEN QUISIERA


Bien quisieras
avanzar en tu poema
como un arroyo

sinuoso, apresurado
y tiemblas por volverte
como un estanque
donde quizá, estático,
no te reconocieras.



LAS PALABRAS

Participan
de todo lo otro,
las palabras,

Secretadas, masticadas
por los millones de ancestros

Que han todos confiado:
la esperanza, la cólera, los sueños, las revueltas,

Que los han habitado
como las portadas largamente vestimentas
como las camas



BATIR

Sin ala, sin pájaro, sin viento, pero de noche

Nada más que el batir de una ausencia de ruido



El ÁRBOL


Afuera está el árbol y es bueno que esté allá

Signo constante de las cosas que se hunden en el lodo

Es verde, es grande, tiene armas poderosas

Sus hojas como las manos de un niño dormido

Se mueven y parpadean



RECETA


Tome un tejado de viejas baldosas

Poco antes del mediodía.

Póngalo todo a un lado

De un tilo ya mayor

agitado por el viento.

Coloque sobre ellos

Un cielo azul, lavado

Por las blancas nubes.

Déjelos hacer.

Obsérvelos.





Eugene Guillevic



martes, 23 de junio de 2020

LA CONQUISTA INTERIOR




Aprender a conquistarse a uno mismo, cara a cara, a quererse, a tratarse, no es tarea fácil. A veces lo logramos, solo a veces porque a la que nos descuidamos un poco nos perdemos por callejones oscuros donde la noche y sus sombras nos alcanzan, nos llevan de la mano a su terreno. Para todos es lo mismo, claro que no todos lo vivimos con la misma intensidad. Una cosa que sí tengo clara es la consecuencia que una baja autoestima, unida a problemas y preocupaciones de todo tipo, tiene sobre la enfermedad. No hemos sido educados en términos de salud, nos han enseñado que cuando del cuerpo se trata son otros los que deben ocuparse, dejándonos totalmente al margen.
Hace unos días una amiga me comentaba un trastorno digestivo puntual que tuvo y cómo al tratarlo con el medicamento "de solución rápida", al que está tan acostumbrada, le agravó más el problema e hizo que le durara unos cuantos días. Corrió al médico y de paso que lo visitaba  aprovechó la ocasión para hablarle de su dolor de espalda y de cadera y que este le mandara repetir pruebas diagnósticas  de resonancia y radiaciones. Le recordé el conflicto familiar que estaba viviendo, que le había preocupado meses atrás, los temas pendientes que tenía que resolver al respecto, un nudo importante por deshacer al que se enfrentaba recientemente y como ese desencadenante le había provocado la indisposición con sus posteriores consecuencias. Lo hice solo por encima, sin poner ningún dedo en la llaga.  No me contestó, en otro momento lo hará, lo sé, pero esta vez siguió con su costumbre de acudir al botiquín, a la farmacia y al médico de cabecera y al especialista, todo un protocolo de actuación al que en general se está tan acostumbrado. Así he visto crecer infinitos problemas de salud en muchas personas, agravar la enfermedad, convertir pequeños trastornos en asuntos serios, crear dependencias con los medicamentos que conllevan otro tipo de lesiones, a veces irreparables. Veo, en general, mucha incultura y falta de conocimiento, tratamos al cuerpo como si fuera la carrocería de un coche, corremos a repararlo como quien lo lleva al mecánico. El cuerpo en efecto es un vehículo, es el vehículo del alma, del espíritu, del ser, cada uno que le ponga el nombre que quiera y más le guste. El cuerpo es algo serio e importante, está dotado de inteligencia natural, actúa con autonomía y así se le ha de tratar, con respeto y cuidado. Nos habla a través de la enfermedad, nos cuenta cuando algo interno no funciona, qué clase de pensamientos debemos identificar en nuestra mente. Lo sé por experiencia propia, por observación de vida, por ver a muchas personas sufrir y morir como consecuencia de esta desatención. Cronificamos la enfermedad por ignorancia, por falta de cuidado y atención, por esta urgencia inmediata que requerimos de tratamiento. No hemos sido educados en temas de salud, hay demasiados intereses en juego. Tratamos al cuerpo como lo dicho: la carrocería de un vehículo.
Cuando nos comemos la cabeza y nos rallamos con problemas de trabajo o de familia, con asuntos que nuestra mente magnifica y que en muchos casos crea, aparece el dolor y su trastorno con efecto inmediato a veces, otras no tan inmediatos pero sí detectables;  de repente aparece un brote en la piel, un trastorno en la cabeza, una alteración nerviosa, una indisposición intestinal, una alergia, una manifestación clara que pide a gritos ser reparada. Donde primero miramos es afuera, ¿qué cosa me ha provocado esa indisposición?: craso error, la mirada ha de ser interior. Cuando se trata de otro  es fácil observarlo y detectarlo, señalar con el dedo y decirle ¡ahí, ahí está el origen de tu problema! pero cuando se trata de nosotros: el mal de cadera, el dolor de estómago, una subida de tensión, una bajada de azúcar, hasta una infección de orina resistente tiene que ver con un conflicto interno por resolver cuyo origen hemos de saber buscar en nuestra cabeza, en nuestra manera de pensar y procesar.
El estado emocional de malestar tiene una clara evidencia de repercusión en el cuerpo. ¿Alguien tiene dudas, acaso? Asomarnos a ese abismo interior de conflicto interno nos asusta, es más fácil acudir a la farmacia o al médico de cabecera para que diagnostiquen y nos mediquen: un omeprazol, un jarabe gástrico, una radiografía, cualquier cosa con tal de no enfrentarnos a nuestra realidad.  Cuando lo hacemos  la mayoría de veces  no hemos de correr a ningun sitio, solo hemos de quedarnos quietos un rato, en casa, guardar silencio,  escuchar y actuar. El cuerpo nos habla, cierto que no nos educan para escucharlo, más bien todo lo contrario, pues empecemos a saber qué nos dice, a atender sus necesidades y a tratarlo adecuadamente. El cuerpo siempre nos da respuestas inocuas y sabias: si persisten los conflictos, el temor, la rabia, los desencuentros, eso mismo recogeremos en el cuerpo, ¿qué es lo que  estamos haciendo mal? porqué se repiten los dolores intestinales, los dolores de espalda, la irritación de garganta ¿qué es lo que estamos sembrando? La casualidad no existe, es  fruto de la inconsciencia, el efecto es consecuencia de la causalidad. Todo tiene un origen, todo conflicto una causa. Tomemos cartas en el asunto, con responsabilidad, nadie lo hará por nosotros. 

Elena Larruy




jueves, 18 de junio de 2020

LA CUALIDAD MEDIADORA DE LA PALABRA


Pablo Picasso


Imágenes y palabras no deben perder su cualidad de mediadoras entre el presente y el pasado, entre nuestra racionalidad y nuestras emociones. Porque son el vínculo más profundo y estrecho entre lo que sabemos y lo que  reconocemos de nosotros mismos. Porque generan emociones que se convierten en nuevas imágenes y palabras. Porque crean memoria en quienes las ven o las escuchan. Y de nosotros depende que cuando nos recuerden lo hagan con alegría o con tristeza. Que las palabras que pronunciamos sanen o lastimen.


EL LIBRO DE LAS EMOCIONES
son de la razón sin corazón
Laura Esquivel

miércoles, 17 de junio de 2020

EL OLVIDO DISUELVE LA MATERIA PENSATIVA





Poesía seleccionada de ANTONIO GAMONEDA



AMÉ. Es incomprensible como el temblor de los álamos. Estoy extraviado pero yo sé que amé.

Yo vivía en un ser y su sangre se reunía con mi sangre y la música me envolvía y yo mismo era música.

Ahora, ¿quién es ciego en mis ojos?

Unas manos pasaban sobre mi rostro y envejecían lentamente. ¿Qué fue vivir entre heridas y sombras? ¿Quién fui en los brazos de mi madre?, quién fui en mi propio corazón?

Únicamente he aprendido a desconocer y olvidar. Es extraño. 
Todavía el amor
habita en el olvido.
                                                                                

                                                 ***                                        


AMO mi cuerpo; sus vértebras hendidas
por aceros vivientes, sus cartílagos
abrasados, mi corazón ligeramente húmedo
y mis cabellos enloquecidos
en tus manos.
                      Amo también
mi sangre atravesada por gemidos.
Amo la calcificación y la melancolía
arterial y la pasión del hígado
hirviendo en el pasado y las escamas
de mis párpados fríos.

Amo el estambre celular, las heces
blancas al fin, el orificio
de la infelicidad, las médulas
de la tristeza, los anillos
de la vejez y la influencia
de la tiniebla intestinal.
                                      Amo los círculos
grasientos del dolor y las raíces
de los tumores lívidos.

Amo este cuerpo viejo y la sustancia
de su miseria clínica.
                                   El olvido
disuelve la materia pensativa
ante los grandes vidrios
de la mentira. 


***


ALGUIEN desata sus cordajes. Puedo
ser yo mismo, es lo probable, envuelto
en mi sábana negra. Es lo probable. Yo
ya no soy más que mi propio olvido. 

¿Sufro yo de
úlceras en el pensamiento, sufro
de las ocultas, invisibles lágrimas
de mi madre carnal, viuda incesante, Amelia,
bordadora y asmática,
agonizante y
enamorada?

                     Decía que
yo sufro sí, pero, en rigor,
no sé por qué.
                      Yo vivo
-es un decir-, yo vivo
intransitivo, inverso,
como habitando el mercurio arañado de
olvidados 
espejos.

                    No
tiene mucha importancia, ya, pero hay, digo yo, hay
probablemente un
penúltimo exceso:
                              haber
vivido sin
saber para qué y
morir sin
saber para qué.
                         En fin,
lo dicho: sufro
de causas frías. Quizá sufro,
elementalmente sufro
también de indiferencia, envuelto
en mi sábana negra.
                                No sé.
Elementalmente no sé.

                                    Estoy
muy cansado.
   

viernes, 12 de junio de 2020

EL BIENESTAR EN LOS MUSEOS

Artista Marc Chagall


Hace un tiempo  con ocasión de un viaje por Andalucía visité el museo Thyssen de Málaga. Había expuesta la obra de un autor clásico desconocido que no recuerdo el nombre, cuya pintura mostraba escenas costumbristas y labriegas de principios del siglo pasado que poco me interesaban y menos me emocionaban, sin embargo comprobé con entusiasmo, una vez más,  que salia satisfecha de la visita, con un sentimiento plácido, como cuando se sale de un templo. Entendí que no fueron las imágenes  las que me produjeron bienestar, ni los colores ocres de la pintura. ¿Qué era entonces, lo que me hacía sentir bien?. No era la primera vez que me ocurría. De echo casi siempre era así. Reflexioné y entendí que en las galerías de arte importantes se respiraba en el ambiente una energía poderosa de paz y  respeto; -me expliqué- que en parte la trasmitía el artista creador -sin duda- conocía ese estado: ese sentimiento se imprimía en la obra, y la otra sin duda era de los visitantes: interesados,  cultos y sensibles que apreciaban, valoraban y disfrutaban de la pintura. También el cuidadoso, y por lo general exquisito, hacer de los galeristas. Ese conjunto de fuerzas silenciosas positivas actuando en las salas, daban al lugar sensaciones fuertes de bienestar que se trasmitían a las galerías.  Esta era la explicación y no otra. Lo que explica, por lo que tengo entendido,  cómo a las personas con problemas de salud mental, a través de su participación en programas específicos, les beneficia esa exposición de manera tan saludable. Estudios especializados demostraban la mejoría en estas patologías generando en los pacientes bienestar y un importante refuerzo de la autoestima.  

Las obras de valor en el arte,  y en lo personal también,  todo aquello que tiene un valor significativo, son fuerzas de placer e inspiración vivas, universales. Se reconocen porque se sostienen en  el tiempo: las grandes obras  en todas sus modalidades lo son, los buenos sentimientos lo son, las relaciones limpias lo son, el trato justo y amable  que damos a las personas y a las cosas debería serlo.
 
Me cuesta entender el  plano secundario que concedemos a todo lo auténtico, a lo que realmente aporta valor a la vida. Creedme que ¡el dinero no vale tanto!, solo hay que echar una mirada al gran casino del  mundo, -con la nariz tapada-,  aquí se respira demasiado tufo. 

  Elena Larruy


«Un museo es un lugar espiritual. Las personas bajan la voz cuando se acercan al arte». Mario Botta


domingo, 7 de junio de 2020

TERRITORIO INTUITIVO


Ed Faiburn



Soy de esas mujeres que no le gustan los mapas, que le cuesta orientarse cuando cae uno en sus manos. Cuando el lugar a visitar lo requiere acostumbro a ir con alguien que los maneja por mí. Me dejo llevar por la intuición, a menudo prefiero lo que hay por descubrir al destino elegido, me gusta más el viento volando que el pájaro en mano. De la misma manera me oriento por la vida, más por instinto que por agenda o señales visuales. La mayoría pensará que es poco práctico, a mí no me lo parece. Esto me lleva, a menudo, a lugares desconocidos generalmente oportunos que de otra manera nunca pisaría. Disfruto en el doble sentido, me gusta el riesgo y esa manera de ir por la vida.
Si tuviera que dibujar mi propio mapa de idas y venidas, sería caótico, he hecho grandes recorridos en lo que debían ser distancias cortas, -nada ha sido en vano- pero también largas distancias -en territorios espinosos- en un abrir y cerrar de ojos. ¿Qué es más importante para ti? o ¿Cuál es tu forma de ir por el mundo?.


"Cuando nosotras las mujeres ofrecemos nuestra experiencia como nuestra verdad, como la verdad humana, cambian todos los mapas. Aparecen nuevas montañas”. 

Esta reflexión de la escritora Ursula K.Le Guin es para mí la clave, que viene a explicar cómo a través de la experiencia personal crecemos en nuevos territorios que vamos configurando, para recorrer nuevos paisajes.
Ese caminar creativo renueva  circuitos y miradas,  y hace nuestra verdad sólida y consistente. El viejo mapa de ayer, nos ancla a los mismos lugares, nos hace estáticos, ya no nos sirve.
En lo personal defiendo el territorio de las ideas que se sostienen, que perduran en el tiempo infinito, como auténticas y fiables. Un mapa puede llevarnos a un lugar que a lo mejor ya no existe, que nunca estará tan actualizado y será tan veraz como lo está y lo es la intuición. De la intuición me fío.
Elena Larruy

jueves, 21 de mayo de 2020

CON UN LIBRO EN LAS MANOS NUNCA ESTÁS SOLO





Una ventaja de hacerse mayor es que es más difícil engañarse, nos volvemos "más sabios" -entre otras cosas-, también más callados, no solo porque el mundo nos pone una cremallera en la boca  y una fina capa transparente sino también por voluntad propia. Hay una frase de Ernest Hemingway que lo resume muy bien, dice: "se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar".

Estos días de confinamiento que estamos todos tan callados, sorprende asomarte a la calle y no escuchar el murmullo de la gente en la vía y en las terrazas de los bares, o el ruido de los motores de los coches rugiendo. Vivir esta paz me gusta. El cuerpo pide a menudo reposo, quietud para el alma; muchos pensaran que es tristeza, aburrimiento, hastío, pero no, no se trata de eso, es una necesidad del alma, que le pide  serenidad, quietud y expansión creativa.
Felizmente esta es mi experiencia, puedo decir que me he sentido más confinada en muchos otros momentos de mi vida, y por otras razones.



Artista Georg Paulí


Muchos somos los que buscamos la compañía de los libros que nos nutren y alimentan, que nos cuentan cosas que ya vivimos o aventuras que ni soñamos, sentimientos que  emergen, recuerdos del pasado -unos buenos otros enmohecidos-,  historias que nos hacen vibrar:  volver a la infancia con  relatos que nos transportan a otros mundos, conocimientos del vivir cotidiano, avances tecnológicos, científicos que nos enseñan, metodologías  neurolinguísticas: para cambiar malos hábitos, maneras sanas de nutrición, asuntos desclasificados, falsas verdades donde echar tierra encima, mundos paralelos, poesía, ensayo y tantas otras lecturas de la ciencia del conocimiento que engrandecen nuestro saber y nos ensancha la mente y el espíritu.



Imagen Fotomontaje Joan Margarit


El hombre que lee siempre está en condiciones de elegir y mejorar, de que la vida le sea más atractiva. Disfrutando del placer de la lectura contribuimos en hacer un mundo mejor, el hombre que lee no lleva armas en sus manos. La lectura como la música siempre son buenas compañeras.





Un día un comerciante empresario propietario de un negocio que conocí me contó, presumiendo, que nunca en su vida había leído un libro. "El, que era tan listo": cierto que lo era, y su olfato y maneras  le habían llevado a tener una pequeña empresa que le daba beneficios suficientes para permitirse ir de crucero una vez por año con sus palos de golf.  Era un hombre maduro y atractivo de esos  que seducen y van "a la caza de mujeres, a ver quién cae rendida a sus encantos". Cuando me dijo vanidoso que jamás había leído un libro, sentí una especie de vómito: ¿se puede ser más estúpido? -pensé- presumir de no haber leído nunca un libro. Jamás me relacionaría con un hombre tan pobre. Conozco muchos casos de gente no instruida, con escasos conocimientos culturales, que son muy inteligentes, y lo son más aun por su humildad y humanidad, también por su naturalidad. De haber tenido oportunidades, que no tuvieron, seguramente ocuparían hoy otro lugar en la escala social, que tampoco los haría más importantes pero si más libres para elegir, y seguramente más felices. Este hombre plegado de mente y de alas, crecido solo en su vanidad, no sabe lo que se perdió, se quedó sin probar el alcance de su vuelo, nunca sabrá hasta donde le habría  llevado el conocimiento de los libros que nunca leyó. Dice Jesús Quintero de estas personas que son las peores porque en la mayoría de casos han tenido acceso a la educación.






No tuve de niña la fortuna de disfrutar de la lectura, así que los libros y yo nos fuimos conociendo muy poco a poco, hoy son fieles aliados y grandes amigos. En ellos encuentro las respuestas que siempre ando buscando, nunca me defraudan. Siento por esos libros y sus autores constante gratitud.





Estos días  he reforzado la idea de insistir en mi nieta de trece años que se esfuerce más por la lectura, no solo por lo que las materias del curso le  exigen, o por las lecturas que más le gustan, y que son pocas, también por todas aquellas por las que siente curiosidad. Leer ayuda a concentrarse, ensancha la mente, crea hábitos y siempre pide más. Envidio a los niños lectores que para su cumpleaños o en Navidad piden libros. Una persona lectora siempre llega más lejos y no me refiero solo a competencias profesionales o de índole económico, me refiero a la libertad que proporciona el conocimiento, en todos los sentidos: nos quita miedos, nos hace viajar, rompe barreras, crea futuro, nos da criterio, nos cuestiona, nos plantea  dudas, nos ilustra con infinitos datos, nos aclara y da luz.






Hay por otra parte muchas maneras de leer: lectores compulsivos que evacuan la lectura en dos minutos, los hay devoradores de historias y de bestsellers, los estudiosos, los literarios, los que disfrutan hasta con la tapa de la portada, la encuadernación, la traducción si es el caso, como no con la narrativa, las tramas, hasta con el prólogo, el tipo de letra, estos son los que aman de verdad los libros y la lectura -una especie "rara" en extinción-.






Cuando acabamos de leer un buen libro igual que pasa cuando regresamos de un viaje ya no somos los mismos. ¿No os parece apasionante?





Animo a niños y  adultos a crear hábitos saludables de lectura, a insistir en los adolescentes. La lectura es el mejor regalo que podemos hacer a nuestros hijos. Animo a los más jóvenes a que se esfuercen en desviar la atención de las redes sociales insulsas y pacatas. Me desarma la superficialidad de tantas mentes poderosas, inteligentes y sensibles expuestas a tanta vulgaridad; corren serio peligro de volverse idiotas de remate y de repetición. ¿No pensáis lo mismo?.

CITAS


“Cuando oigo que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy predispuesto a pensar bien de él”. Nicolás de Avellaneda


“El estudio ha sido para mí el principal remedio contra las preocupaciones de la vida; no habiendo tenido nunca un disgusto que no me haya pasado después de una hora de lectura”.
Montesquieu


“El libro es fuerza, es valor, es poder, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor". Rubén Darío


“He buscado el sosiego en todas partes, y sólo lo he encontrado sentado en un rincón apartado, con un libro en las manos". Thomas De Kempis


“Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría”. Proverbio árabe


martes, 19 de mayo de 2020

PASADOS LOS CUARENTA



Artista Willian Stott



NO VOLVERÉ A SER JOVEN


Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde ­
como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos ­
envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.


Jaime Gil de Vietna



Poesía recitada por GONZALO DE CASTRO






sábado, 16 de mayo de 2020

LOS BESOS DE GABRIELA MISTRAL




Los besos que pronto daremos, los que no dimos, los que se llevó el viento volados, los que whatssapeamos y quedaron retenidos, los que guardamos en la reserva, como se guarda el buen vino: todos serán dados, muy pronto...casi todos serán recibidos. 


Aquí os dejo los de Gabriela Mistral   



BESOS

Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero…? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos… vibró un beso,
y qué viste después…? Sangre en mis labios.

Yo te enseñe a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Gabriela Mistral

Gabriela Mistral nació en Vicuña, Chile, el 7 de abril de 1889.
Poetisa, pedagoga, diplomática y feminista.
En el año 1945 le concedieron el Premio Nobel de Literatura, siendo la primera persona de América Latina en obtenerlo.
Murió el 10 de Enero de 1957 en Nueva York









lunes, 11 de mayo de 2020

CON LUZ DE PRIMAVERA





CON LUZ DE PRIMAVERA


En los caminos sin luz
donde perdemos la alegría
y la estrella que nos guía,
creemos morir de repente.

Un cuerpo helado
busca el abrigo
en el calor amigo
de un  abrazo confinado.

Al otro lado del hilo,
otros cuerpos tiritan,                     
rastrean la lumbre
que los desvista
del frío y de rocíos.

Perezosos los ojos,
en un desierto sin vistas,
piden parques amarillos
vuelos de gaviotas
fuentes cantarinas.

En todas las pisadas
huellas de vacíos
se adivinan,
corazones sin pulso
esperanzas bajo tierra
alegrías prohibidas.

Mas la  tristeza
     es natural y pasajera,
no es de dolor que está hecha
ni tan siquiera de materia:
Es un estado inerte
que se asienta
tras la hoguera.

Nacerá de sus cenizas
la alegría en primavera,
como el ave destruida
que siempre se reinventa.

En la ofrenda de su vuelo:
flores, alas, cantos y risas
y como hace con el  árbol,
en el alma dejará el fruto
donde se pose el pájaro,
a retomar su canto.

Elena Larruy




Con las alas al viento...


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