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miércoles, 10 de junio de 2015

LA DIVINIDAD EN EL ARTE

LA DIVINIDAD EN EL ARTE

No se puede buscar a Dios desde la interpretación intelectual: ahí no habita, o si lo hace solo está de paso. Vive entre líneas y espacios ocultos a la lógica de un razonamiento.

La divinidad existe en todo proceso creativo,  y se percibe desde un estado de silencio y armonía con una una mente aquietada, conectada a una red pacífica y amorosa. Desde ese escenario se   puede sentir la atmósfera y pulsión con lo divino.

Cuando me recojo en mi escritura  como hago ahora, la estoy sintiendo. Antes he dejado fuera mis preocupaciones. Me siento fresca y  ligera, como una mañana temprana de Mayo. Mi corazón aquietado, es como el lecho del río, que se deja acariciar; como su vereda, por donde fluyen mansos los pensamientos. Nada me detiene ni  sujeta. Si no lo impido, con el forcejeo de mis pensamientos, permito que todo suceda  de manera natural. Estoy en presencia de lo divino. Y desde ese estado de gozo y serenidad acontece la experiencia inconfundible, genuina, auténtica.

Yo puedo percibir a Dios contemplando un cuadro de Modigliani, en un insignificante gesto de cariño, mirando la luna llena de de San Juan,  acariciando la melena de  mi nieta -son su cabeza apoyada en mi regazo-  mientras miramos juntas una película. Lo puedo sentir abstraída en un bosque de hayas, bañada de los amarillos y rojos de otoño, o entre los rayos de sol que se cuelan por los entrehilos de la cortina colgada en la habitación en la que me encuentro, donde cuelgo la mirada que nada ve.
Aurelio Huguet

Cuando no  juzgo y  logro frenar el torrente de pensamientos que me invaden, también puedo  oírlo. ¿Y quién es él? nos preguntamos a menudo. Me temo que más  que menos veces  Dios es una creencia heredada: no cuestionada, sujeta a dictados, ritos y conductas perfectamente  orquestadas. Para cada uno de nosotros  es algo diferente; cada cual lo interpreta y viste con el hábito que más se le  parece, por cultura y formación; se  le pone alas, cetros, coronas, intenciones, palabras robadas, credos, dogmas (…)  Este no es mi Dios.

Mi Dios se expresa cuando vibro en un sentimiento de perfección y amor, cuando no temo, cuando me reconozco en los otros, cuando llevo dibujada en mi cara una sonrisa limpia, cuando "siento la pureza" -sin interpretaciones-, cuando no necesito defender ni justificar  mi verdad, cuando para quererme me sobran los intermediarios, cuando yo misma soy el prójimo.

Desde ese sentimiento de perfección que describo,  construyo y creo. Y  sucede que cuando  coloreo el lienzo, anoto en la partitura, o dibujo la estructura de un boceto  que busca el equilibrio, estoy impregnando de belleza y sensibilidad la obra creativa, la que más tarde compartiré con los otros para ser sentida, observada y disfrutada.

Es en ese proceso de alumbramiento creativo “musical” donde la letra: la mente organizada, con la música: el espíritu intuitivo, se confabulan para dar lo mejor de sí, la esencia de lo divino.

El arte en todas sus facetas nos  ayuda a entendernos y acercarnos a los otros -la comunión-. En cualquier manifestación de arte hay belleza, la veamos o no. El arte y la creación  se construyen de la mano de Dios. Su paraíso siempre está a nuestro alcance.
                                                                                                                                            Elena Larruy
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