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martes, 23 de febrero de 2021

A MI HIJO HÉCTOR

Dedicado a mi hijo Héctor, mi extensión cósmica, mi maestro; una manifestación de amor que da sentido a la vida,  un desvelo, una verdad, carne de mi carne, razón y corazón. Mi amor por ti es amor de madre, pero también sentimiento de totalidad. Cuando te tuve entre mis brazos sentí que un círculo perfecto se completaba. Siempre supe quién eras. No había palabras, solo amor. 

 


Cada hijo es una estrella
de fuerza meteorita,
 que nos regala el cielo. 


Cuando saliste de mí

para encontrarte conmigo
aquel final de Septiembre,

me estrenaba como madre.

Con la fuerza brutal de un meteorito,
entre espacios siderales de dolor,
derribaste la compuerta de la vida
para llegar a mis brazos. 
Siete horas te costó.
Era un viernes,
las tres y veinte,
en el reloj de la tarde.

Elegiste mi hombre,

que yo fuera tu madre
para quererte y cuidarte,
para aceptarte sin reservas
trajeras lo que trajeras.

Aquella Noche 
de Reyes
que tomabas mi vientre,   
ya sabía quién eras
Nueve meses y un día
le costó al milagro
mostrame tu cara. 

Aún no tenías nombre
cuando empecé a imaginarte,
a llenarte de besos
de favores,
a darte 
formas amables.
 
De ti quise hacer 
un ser íntegro,
y un hombre fuerte.

Justo, lo que hoy eres.

─Lo que no pude imaginar
no estaba a mi alcance─

Si había una hora precisa
convulsa, eterna
para que tú nacieras:
aquella lo era.
Si había un dolor sin freno
para morir,
aquel dolor "Cósmico" lo era.
Si, le puse nombre
segura como estaba
de que se i
ba a borrar su huella.

¿Qué cabía esperar? hijo
¡si hasta el cielo dejabas sin luz!

Solo mi amor
estuvo a tu altura.

Tu madre

                          Elena Larruy


martes, 16 de febrero de 2021

LÁGRIMAS EN LA DUCHA

 



LÁGRIMAS EN LA DUCHA


Todas las lágrimas tienen un propósito de fuga, que a veces el corazón ni sabe. ¡Llevan tanta prisa! 


Sudan las axilas, las manos, el ombligo: lágrimas de cocodrilo.

Cleopatra llora a Osiris, Román a Julieta, la Jaquelin al Onasis: increíbles sus lágrimas.

Un juez no llora mientras dicta sentencia justa. ¿Donde se ha visto? En un juzgado.

Agua que no has de beber, rompe el cántaro y no vayas más a la fuente.

Emociones deshidratadas: para darles de beber a-parte. No pasa nada.

A quien mal canta, se le espanta con un manguerazo -con agua de llorar.

Todas las lágrimas en caída libre, no hay quien las pare ni las gobierne.

Para mí las lágrimas son más saladas que amargas. Es una cuestión de gusto... ¿o de disgusto?

Enmudece el corazón, la nube de mis ojos descarga.

Los hay de la opinión que para encontrar un dios que te eleve has de correr primero una cortina de agua. Puestos a elevarse la mayoría prefieren un ascensor... y otras cosas.

¿Porque no creer en el llanto de las plañideras cuando dan a luz?

Quien mal anda, se cae más veces y le salpica el charco en la cara. Lágrimas embarradas.

De todas las lágrimas, las más dolorosas son las que se lloran para adentro. También las que se derraman en la ducha.

Otras son falsas, buscan la caridad con astucia tramposa, responden a un programa de pericia mendiga. Los hay que pican.

Las lágrimas están cargadas de buena poesía. Las hay dulces y amargas, como las almendras.

Nunca ponemos alas a las lágrimas. Es de extrañar. Pocas cosas liberan tanto.

Los hay que antes de salir de casa se insultan, se instruyen y ordenan -por su bien-, se estiran y sacan pecho, los hay que entonan la voz, se asustan, se repasan… Los que salen llorados son los que tienen el terreno más ganado.

Visto lo visto aún tenemos por delante mucho por lo que llorar. No malgastemos las lágrimas.

El llanto afloja la mirada, la deja limpia y trasparente.

Las lágrimas artificiales son como las tomas falsas. Hay quien las compra por caridad.

No creo en las lágrimas de sangre. El dolor no es rojo.

Las lágrimas aclaran la voz, matizan los colores intensos del drama, lo suavizan.


Elena Larruy

viernes, 11 de diciembre de 2020

LILA, LA QUITA PENAS



Lila, «la quita penas»



En el rellano de mi escalera
vive Lila, puerta con puerta.
Apenas oye la mía 
su corazón  da un vuelco,
brinca, salta, me envuelve
con su locura
hasta hacerme suya.
Toma mi falda
como si de ella fuera.
La «quita penas»
vive al otro lado
con Adriana -su dueña-.
Me lame la cara
no dejo que haga y la riño,
entonces ella
va en busca de mi oreja.
Yo acaricio las suyas
y le rasco la barriga
-es con diferencia, lo que más le gusta-
Corren tiempos difíciles
para Adriana,
hace un par de años
que la primavera
no pasa por su casa.
Una pared separa su casa de la mía,
y un rellano, que atravieso cada día
para dejar un abrazo
y ponernos las dos al día.
Nos queremos
ella llora, yo más río
-pongamos que la vida 
está siendo  más generosa conmigo-
Lila insiste en reclamar para ella
mi abrazo, y claro está que lo consigue
mientras Adriana y yo nos contamos.
Cariñosa y lista como el hambre
"entiende idiomas"
"conoce todos las lenguas"
porque sabe que la quiero
busca mi boca.
Le explico
que no viene a cuento
tanta tontería
que apenas horas han pasado
desde la última vez que me viera,
pero ella no atiende a razones
cuando de si no son dueña,
la gobierna el corazón
lo mismo que a mi
me pasa con ella.

Adriana me cuenta
que Lila la consuela
le baja la fiebre
la hace reír sin ganas,
y sentir que no está sola;
es la que se acomoda a mi cintura en la cama
y me calienta en las frías noches
de este invierno tan largo,
la compañera leal
que vela y suspira por mi,
la mejor asistenta de mi corazón.

No hay llamada al orden
que contenga a la perrita,
que aquiete su entusiasmo,
así es Lila cuando está alegre y contenta.
Hay tardes cuando me ve
que no aguanta y se mea, 
entonces yo me enfado,
la riño y me pongo seria
muy seria, la dejo de hablar un rato.
¡Tuna ella!
me acerca la pelota en su boca
con las orejas gachas y su "cara de buena"
y me invita a jugar:
como no le hago caso
coge otro juguete
y me insiste
hasta que yo cedo,
y una vez más ella gana -por goleada-
Y es que el corazón de Lila
es ganador,
está entrenado para el amor.

Cuando mi amiga algún día
me pide que la saque de paseo
toma la correa y la pone en mi mano,
como el que dice: ¡ya es tiempo, vamos!
le digo que no   
que hemos de esperar. La «teje corazones»
tuerce el morro y la cabeza
me mira atenta
con sus ojos azabache
en medio de "una selva negra"
y espera que sea la hora. 
Mientras bajamos en el ascensor
la llamo guapa, preciosa
"eres mi luna" 
piropos corrientes
que a la «quita penas» le gustan,
porque mueve alegre su cola.

Lila desordena el corazón
de las personas,
lejos de ser un defecto, es un don:
los momentos grises
los colorea:
no sabe de tristezas
ni el dolor va con ella,
lo suyo es la alegría
la compañía, 
el jardín de su casa
donde Adriana se sienta cada mañana
a esperar que florezca para ella la primavera
y de nuevo regrese su Flor primera:
porque es tiempo de deshielo
porque a su corazón

ya le toca. 

Elena


martes, 2 de octubre de 2018

TU ABRAZO ENREDADERA

Este poema que compuse para una nieta, cuenta la alegría del reencuentro, de verla crecer desde la distancia, de nuestras confidencias en las noches de verano. Ella vive en otro país, sus papás están separados, nos visita a menudo, cuando el calendario escolar lo permite. Nunca nos hemos sentido separados, ni creo que jamás lo sintamos por muchas fronteras y kilómetros que se interpongan. 



Si tuviera una casa con porche y un jardín,
si fuera mayo
si tú fueras la flor que siempre has sido
y yo tu jardinera
adoptaría un perro de ojos negros 
atentos
un perro de orejas grandes
que supiera guardar secretos,
que le gustara el banjo y la música country
sentarse en la escalera del porche
para mirar el encendido de luces del cielo
anocheciendo la tarde,

contigo en mi regazo

y en el tuyo, el hocico del perro.

Cuando yo era primavera y tu flor de pitiminí
salíamos al fresco 

a contemplar los fuegos 
en las noches de Santa Ana

Ya entonces me pedías un perro. . .

Fuiste creciendo como cauce de río
que ensancha y riega cultivos viejos.

Muchos nombres te llamamos:
estrella, princesa, gorrión,
bombón,
compota de frambuesa,
presa de este corazón gastado de tanto uso
el que ahora se acelera y frena

sin causa ni secuencia.

Todos los nombres te merecieron:
hasta el de trucha,
        ¡nos mira sorprendido el perro!


Le contaríamos tus correrías por mi cuerpo
para alcanzar la mejilla

donde dejar tu beso
¿te acuerdas? 
Brincabas como un ladronzuelo, huyendo
entre carcajadas y prisas,
y yo tras de ti me arrancaba

tensa como flecha 
para vengar el lengüetazo

del húmedo
beso trucho. 

Ahora que te crecen las alas,
y que sólo te encaramas a mi cuello
para abrigarlo con tu abrazo,
siento que no importa el mes
ni el día
ni la estación del año,
ni que otras fronteras te habiten
ni que te cobije otro techo
ni siquiera que otras manos acaricien

tu pelo negro.

Aunque nos duela

no estar en primera fila de tu vida,
cuando el avión aterriza
y alegres salimos a tu encuentro
nos decimos para adentro:
       ¡ya está aquí la primavera!

Tus ganas de vernos,
de contarnos
de medir tu crecida
cuerpo a cuerpo en cada reencuentro,
las distancias que se acortan
de tu beso a mi beso:
ni tú te aupas
ni yo me agacho tanto.
Tu contagiosa alegría
siempre floreciendo
en los aeropuertos.
Ese  abrazo tuyo que se enrosca a mi cuello
como verde enredadera.
No hay flor que luzca tanto
ni brazos para mi cuello
que me gusten más
que tus abrazos.

¡Debieron llamarte Mayo!


Elena Larruy



miércoles, 9 de mayo de 2018

SABEN LAS FLORES


Imagen de una Gazanía Elena Larruy



Saben las flores
geometría y calculo,
secretos de fórmulas ancestrales
que solo la belleza desnuda
de una mirada
desprovista de todo juicio
evalúa la inteligencia
que les viene dada.

Se crece la flor en su rama,
solo para mí se hace bella,
y al calor de sus notas
derrama el perfume
de sus alas presas.

Justo es lo que se espera de ella.

Elena Larruy




Imagen Elena Larruy




No es solamente en la semilla o en la flor, sino en la planta entera, tallo, hojas, pétalos y raíces, donde se descubre, si quiere uno inclinarse un instante, las numerosas huellas de una inteligencia renaciendo y muriendo en las primaveras de los parterres, jardines y macetas. Pocos lenguajes tan elocuentes y bellos como el sigilo de la flor abriendo y muriendo. 




lunes, 26 de septiembre de 2016

DE CHUP CHUP Y OTROS SECRETOS




Todo empezó en una conversación de cómo la cocinera de la escuela hacia un exquisito arroz con las alitas de pollo y un par de sobras del día anterior. La cocinera en cuestión, explicaba la compañera,  daba mucha importancia al sofrito, a ese momento  chup chup  a fuego lento y a las  cuatro verduritas frescas de temporada que añadía para completarlo.

Recordando el momento chup chup de la charla me vino a la cabeza los caldos tan ricos que preparaba mi madre en los inviernos:  esos que empañaban los cristales y te llenaban el corazón y la casa de nieblas, los mismos que invadían todos los rincones, impregnándolos  de un delicioso y humeante sabor de hogar. 

Un joven, pero experto, cocinero amigo me dijo una vez que los caldos de las abuelas, que tanto ponderábamos, no tenían más secreto que dejar consumir el agua, para que  las sustancias se concentrasen quedando así más gustosos: nada que no se pueda conseguir con una olla ultra rápida, o mejor comprando un tetrabric en el super, continuó . . . es de fácil entender ¡no tenemos tiempo! No es mejor la receta de la abuela, ni sus canelones de vicio, ni su estofado meloso a fuego lento, lento: lento todo  hasta la hartura del aburrimiento chup chup, remató con sorna y cierto fastidio. Entiende que son otros tiempos...
En ese instante de ofuscación momentánea me imaginé a mi madre desespumando el caldo con la espumadera,  y a sus brazuelos aburrirse en la olla con los huesos de jamón, el pollo, la deliciosa pelota danzando con los garbanzos...  y, cómo pasadas tres horas de "hartura y aburrimiento"  añadía las hiervas de su huerto o las que las vecinas le daban:  apio, nabo, chirivías, zanahorias, con su prórroga añadida de media hora -o tres cuartos- y el regusto de todos nosotros disfrutando de ese glorioso caldo humeante, con cuerpo, concentrado y gustoso, irrepetible, terriblemente bueno, que incendiaba los carrillos de los niños que alegres corrían a dibujar en los  cristales empañados, caras felices, lunas, corazones y estrellas, mientras ella envuelta en un bao de gozo, tierna y melosa como el pollo de su olla, llenaba los platos hondos -de hondura- de deliciosa sopa de letras que nos devolvía la alegría al cuerpo, la inspiración y la cordura. 

Cuando el corazón que aviva el chup chup y el fuego lento se para, queda el secreto en el alma de aquellos que probaron su sopa. Quien no la probó, nunca sabrá de secretos de cocina ni valiosas recetas. Lo otro es otra cosa. 


elena

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